Tensa calma en Culiacán. ¿La luz al final del túnel?
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Las noticias de los últimos días nos hablan de una disminución de los homicidios dolosos en nuestra ciudad, uno de los principales motivos de preocupación tanto de las autoridades como de la población Civil. Sin reporte de ello durante tres días debe ser motivo de regocijo momentáneo ante tantos días, semanas y meses de estar viviendo en un estado de zozobra. Efectivamente, se percibe en el ambiente una situación más relajada, menos estresante, porque ya no aparecen cada fin de semana esos desafíos estrenduosos que estremecían a nuestra comunidad y la hacían recluirse o salir bastantes temerosos a ganarse el pan de cada día.
No podemos conjeturar a qué se debe esta baja de intensidad de la violencia, porque las medidas de contención por parte del gobierno federal y estatal empezaron a aplicarse desde los primeros estallidos sin que estos menguaran en lo más mínimo. El desgaste, sin duda, ha estado presente en ambos lados, las bajas han sido numerosas y el gasto de recursos también. Los grupos fascinerosos probablemente sean los más afectados y ya no cuenten con ese ímpetu inicial ni con la gente necesaria y suficiente para seguir confrontando al Estado mexicano.
Hay un factor que sin duda debemos tener presente y ese es la llegada al poder de Donald Trump. Su amenaza cumplida de considerar como grupos terrorista a los carteles de las drogas ha servido como un acicate para nuestras fuerzas armadas a redoblar sus esfuerzos por instrucciones directas de la presidenta Claudia Sheinbaum.
A nadie le conviene una intervención armada de los Estados Unidos en el territorio nacional, ni siquiera con la utilización de grupos mercenarios tipo Blackwater. La amenaza de aplicación de aranceles es el paso previo de esta medida extrema y es deber de la Presidenta proteger en primer término el bienestar de su pueblo, evitando su deterioro y ruina.
No somos ingenuos. Sabemos que los grupos criminales seguirán enfrentados entre sí y contra el Estado mexicano. Los choques seguirán dándose, pero con toda seguridad serán de menor impacto y no se cumplirá su propósito, ya manifiesto, de hacer caer al gobierno de Morena en el estado de Sinaloa. No pueden arrogarse, simplemente, esa atribución, porque sentaría un precedente fatal para la democracia constitucional del país. Un poder fáctico no puede ser un Estado dentro del Estado ni disponer a su antojo de los poderes legal y legítimamente constituidos.
Su control y sometimiento al Estado de derecho debe ser una tarea inclaudicable de los tres poderes de la Unión y de los tres niveles de gobierno. El pueblo, la ciudadanía, espera mucho de sus autoridades y desea su protección y cobijo. Ante la adversidad, es tiempo de unir esfuerzos, sociedad civil y gobierno, para que la paz y tranquilidad regrese a nuestras calles y nuestro hogares.
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